En este momento, en el que la mayoría de los equipos acaban de comenzar la pretemporada, es una buena ocasión para que los entrenadores y entrenadoras dediquen un tiempo a reflexionar sobre las pautas de cuidado y atención que van a desplegar con sus jugadores/as. No podemos olvidar que cuando se entrena un equipo, se entrena a personas, y las personas tenemos necesidades, las cuales se pueden englobar en 4 áreas: afectivas, fisiológicas, cognitivas y sociales.
La misión del fútbol no es la de cubrir todas las necesidades de los miembros de sus equipos, pero sí que es importante que aquellos que tienen gente a su a cargo, como los entrenadores, sean conscientes de que las necesidades están ahí y que algunas serán cubiertas dentro y otras fuera, pero que sin duda hay ciertas responsabilidades que caen bajo su paraguas, especialmente si pretenden tener jugadores satisfechos, que rindan a su máximo potencial.
Y siendo así, os preguntaréis ¿qué acciones básicas puede llevar a cabo el entrenador con sus jugadores para sumar a su bienestar emocional?
- Clarificar expectativas.
Primero, el entrenador debe tener claro qué espera de cada jugador, y a partir de ahí, transmitírselo a cada uno de ellos y asegurarse de que el mensaje les ha llegado correctamente.
Es importante que el jugador sepa cuál es su papel en el equipo y qué se espera de él, tanto en los partidos, como en los entrenamientos. Así, los jugadores saben a qué atenerse y en qué aspectos focalizar sus esfuerzos.
A la vez que disminuye su incertidumbre respecto a su rol en el equipo, es posible que también se encuentren mejor emocionalmente y les quede más energía para concentrarse en lo que tienen que hacer. Además, a nivel grupal, de esta forma se pueden evitar malentendidos y conflictos.
La claridad, transparencia y coherencia, suman.
- Premiar el esfuerzo y la persistencia, quitando el foco del error.
No podemos olvidar que los resultados son consecuencia de lo que hacemos y que cuando nos esforzamos, tenemos buena actitud y perseverancia, la probabilidad de alcanzar un buen resultado aumenta. Sin embargo, tenemos que saber que no es una relación inequívoca, ya que a veces el resultado no depende únicamente de nosotros.
Por ello, es importante entender el error como algo normal, no focalizarnos tanto en el resultado, y sí en premiar el esfuerzo realizado. De esta forma, conseguiremos jugadores que centran su atención en lo que tienen que hacer y no tanto en lo que no.
En definitiva, cuando nuestro foco está en no cometer errores o en el resultado, perdemos concentración y podemos olvidarnos de los aspectos que sí dependen de nosotros mismos.
- Evitar las comparaciones.
Todos sabemos que realizar comparaciones “no es de buen gusto”, pero aún menos entre los miembros de un mismo equipo, y pensarás ¿y si las comparaciones que realizo son sobre aspectos positivos? En ese caso tampoco son muy recomendables, especialmente cuando se centran en resultados y no en el esfuerzo o en premiar una buena actitud, ya que de nuevo estaríamos promoviendo que se focalicen en el resultado, en lugar de lo que pueden hacer para conseguirlo.
Las comparaciones pueden llevar a la desmotivación o incluso crear enfrentamientos.
- Dar feedback a todos los jugadores del equipo.
Ofrecer información sobre la ejecución y el progreso que están teniendo les resultará útil para saber si tienen que seguir poniendo sus esfuerzos en la misma dirección. Además, saber que están progresando o cumpliendo expectativas, puede suponer una importante fuente de motivación.
En este punto, es importante que no solo se ofrezca feedback a los que más resalten, sino también al resto, y hacerlo de forma cuidadosa, especialmente cuando haya algún punto de mejora que tratar. En esos casos, puede ser de utilidad dar feedback con la “técnica del sándwich”, que consiste en empezar y terminar el feedback con algún punto positivo y, en el medio, hacer referencia al aspecto de mejora.
La forma en la que nos comunicamos importa, ya que puede marcar la diferencia entre transmitir un mensaje que sirva para motivar y mejorar, o todo lo contrario, que desmotivemos al jugador y que no le sirva para seguir progresando.
- Explicar el objetivo de los ejercicios que se realizan en el entrenamiento.
A menudo se empiezan las rutinas de entrenamiento sin más explicación. Pero, si queremos que nuestros jugadores sean autónomos y tengan conocimiento sobre lo que hacen, es importante que se explique el objetivo de los ejercicios planteados.
Además, de esta forma, al entender en qué les va a ayudar un entrenamiento, pueden encontrar más motivación para realizarlo correctamente.
- Fomentar un espíritu de autodesarrollo.
Inculcar en el jugador un espíritu de mejora continua debería de ser uno de los objetivos del entrenador. Para ello, puede ser de ayuda animarles a que tras cada entrenamiento se hagan dos preguntas:
¿Qué hecho bien y tengo que seguir repitiendo? Y ¿qué aspectos puedo mejorar y, por lo tanto, tengo que seguir trabajando en ellos?
- Mostrar interés no sólo por la parte deportiva del jugador, sino también por la personal.
Sabemos que nuestro estado emocional puede influir en la parte profesional o deportiva, y por lo tanto, merece su atención. Además, cuando el jugador percibe que nos importamos no solamente como jugador, sino también su bienestar, se va a sentir más valorado y comprometido con el equipo.
No olvidemos que los jugadores no son piezas de ajedrez a las cuáles podamos mover a nuestro antojo, sino que se trata de personas con sus inquietudes, necesidades y motivaciones.
